Siempre
he considerado a la poesía como mi punto débil en lo que ha manifestaciones
literarias se refiere, ya que se me complica la mayor parte del tiempo tanto al
escribirla como al tomar un poema a fin de leerlo, el poder comprender o
identificar siquiera las figuras retóricas de las que hace uso el autor del
texto. No obstante, de entre los pequeños detalles que logro entender de la
poesía, y que son de mis preferidos, están el ritmo y la fluidez.
Y
bien recuerdo cuando por primera vez tomé una antología de poesía entre mis
manos, autoría de Antonio Machado, la sensación que se produjo en mi interior
al deslizar mi mirada sobre aquellos versos. Fue esa sensación de encontrarme
leyendo música, una partitura que no estaba escrita en clave de sol, sino en
las experiencias y sensaciones de Antonio y que plasmó a manera de letras para
formas aquellas bellas estrofas. Al momento quedé fascinado con el autor, pues
la lectura de sus poemas no se me dificultó en lo más mínimo pues posee las
características anteriormente mencionadas y terminó volviéndose uno de mis poetas predilectos.
Bien
puedo afirmar la presencia dichos rasgos, sobre todo lo fluido, y ¿cómo no va a
poseerlos si entre sus símbolos se encuentran el río, la fuente y el mar? Está
de más mencionar la existencia de esa analogía entre el agua y la fluidez de
sus textos. Tomemos como referencia el siguiente poema de Machado.
Los árboles conservan
Verdes aún las copas,
Pero del verde mustio
De las marchitas frondas.
El agua de la fuente,
Sobre la piedra tosca
Y de verdín cubierta,
Resbala silenciosa.
Arrastra el viento algunas
Amarillentas hojas.
¡El viento de la tarde
Sobre la tierra en sombra![1]
Del
poema en especial me gusta la segunda estrofa pues esos versos en particular,
los relaciono con la fluidez en su manera de escribir. La poesía es esa agua
contenida en la fuente que son los cánones establecidos, rígidos y que, al
igual que el material sólido de la fuente que contiene en su interior el agua,
no permiten que los versos fluyan de una manera natural y libre en la mayoría
de los poetas.
No
obstante, Antonio Machado logra que su poesía, al igual que el agua de la
fuente, se deslice fuera de esa prisión de piedra tosca y se resbale
silenciosa, y al decir que es silenciosa me refiero a que es discreta. Engaña a
la fuente haciéndole creer que se somete a sus murallas mediante el fondo que
maneja pero se libera en la fluida forma que logra, y combina todo de una
manera en la que el foco de atención está en los temas planteados y nos
arrastra en una lectura fluida aunque luchemos contra ello, al igual que la
fuerza de la corriente es capaz de arrastrar y atravesar los sólidos.
Forma
modernista y fondo noventayochista, esa es la fórmula de la poesía de Machado
que da como resultado un único, un estilo engaños y fluido que logra una
musicalidad seductora sin dejar de plasmar esa profunda intimidad propia del
poeta y aunque tal vez en el poema que elegí para ejemplificar no se noté mucho
esto último, conviene que el lector mismo sea el encargado de leer a Machado y
desmentir o reafirmar esto que comento sobre Antonio, el maestro poeta.
Felipe de Jesús Ortega Aceves.
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