miércoles, 28 de marzo de 2012

Lo que me gusta de Antonio Machado. Exhortación a su lectura.



Siempre he considerado a la poesía como mi punto débil en lo que ha manifestaciones literarias se refiere, ya que se me complica la mayor parte del tiempo tanto al escribirla como al tomar un poema a fin de leerlo, el poder comprender o identificar siquiera las figuras retóricas de las que hace uso el autor del texto. No obstante, de entre los pequeños detalles que logro entender de la poesía, y que son de mis preferidos, están el ritmo y la fluidez.
Y bien recuerdo cuando por primera vez tomé una antología de poesía entre mis manos, autoría de Antonio Machado, la sensación que se produjo en mi interior al deslizar mi mirada sobre aquellos versos. Fue esa sensación de encontrarme leyendo música, una partitura que no estaba escrita en clave de sol, sino en las experiencias y sensaciones de Antonio y que plasmó a manera de letras para formas aquellas bellas estrofas. Al momento quedé fascinado con el autor, pues la lectura de sus poemas no se me dificultó en lo más mínimo pues posee las características anteriormente mencionadas y terminó volviéndose  uno de mis poetas predilectos.
Bien puedo afirmar la presencia dichos rasgos, sobre todo lo fluido, y ¿cómo no va a poseerlos si entre sus símbolos se encuentran el río, la fuente y el mar? Está de más mencionar la existencia de esa analogía entre el agua y la fluidez de sus textos. Tomemos como referencia el siguiente poema de Machado.
Los árboles conservan
Verdes aún las copas,
Pero del verde mustio
De las marchitas frondas.

El agua de la fuente,
Sobre la piedra tosca
Y de verdín cubierta,
Resbala silenciosa.

Arrastra el viento algunas
Amarillentas hojas.
¡El viento de la tarde
Sobre la tierra en sombra![1]

Del poema en especial me gusta la segunda estrofa pues esos versos en particular, los relaciono con la fluidez en su manera de escribir. La poesía es esa agua contenida en la fuente que son los cánones establecidos, rígidos y que, al igual que el material sólido de la fuente que contiene en su interior el agua, no permiten que los versos fluyan de una manera natural y libre en la mayoría de los poetas.
No obstante, Antonio Machado logra que su poesía, al igual que el agua de la fuente, se deslice fuera de esa prisión de piedra tosca y se resbale silenciosa, y al decir que es silenciosa me refiero a que es discreta. Engaña a la fuente haciéndole creer que se somete a sus murallas mediante el fondo que maneja pero se libera en la fluida forma que logra, y combina todo de una manera en la que el foco de atención está en los temas planteados y nos arrastra en una lectura fluida aunque luchemos contra ello, al igual que la fuerza de la corriente es capaz de arrastrar y atravesar los sólidos.
Forma modernista y fondo noventayochista, esa es la fórmula de la poesía de Machado que da como resultado un único, un estilo engaños y fluido que logra una musicalidad seductora sin dejar de plasmar esa profunda intimidad propia del poeta y aunque tal vez en el poema que elegí para ejemplificar no se noté mucho esto último, conviene que el lector mismo sea el encargado de leer a Machado y desmentir o reafirmar esto que comento sobre Antonio, el maestro poeta.  

Felipe de Jesús Ortega Aceves.


[1] Machado, Antonio, Soledades. Galerías. Otros poemas. Catedra, España, 1984, pp. 213.

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