Interrelación entre el mundo real y el mundo de ficción
Una idea de la física moderna, dice que nuestro universo
fue creado al mismo tiempo que un número infinito de universos; que el mundo en
el que vivimos es replica de otro mundo y a su vez ese otro mundo es igual a
otro.
Muchas
interpretaciones de la mecánica cuántica dicen que cada vez que se toma una
decisión el universo se divide. Cada vez que envío un fotón de luz a través de
una ranura y va en una dirección existe otro universo donde va en otra
dirección; cada vez que derramo mi café en este universo hay otro donde mi café
permanece a salvo. Según esta interpretación, para la mecánica cuántica,
cualquier cosa posible ha ocurrido en alguna parte y todo lo que pueda ser será
en algún lugar del multiuniverso[1].
Basándonos en esta idea, podemos de algún
modo acercarnos a la comprobación teórica de lo antes citado. Si bien, la
teoría del multiuniverso dice que todas las posibilidades de un hecho son
realizadas en universos paralelos y todas las decisiones parten los
universos; podemos decir que la
literatura es uno de estos universos ya que esta teoría dice que existen, pero
no que tienen que ser físicamente iguales al nuestro. Algunos puntos para
justificar lo anterior se dirán a continuación.
Lector,
Autor y personaje
Empezaremos por llamar mundo real al mundo
donde vivimos y mundo de ficción a toda la literatura; incluso a la no escrita.
En el mundo real el lector[2]
tiene contacto directo, o sensorial, con otros lectores. En el mundo de ficción,
el lector establece un contacto no con otros lectores sino con los personajes
de manera indirecta o mental. Es decir, el hecho que el lector no pueda ver o
tocar a los personajes no niega su existencia de ninguna manera. El personaje
es un fotón de un universo distinto a este y el lector es el fotón contrario y
a la vez idéntico a ese otro y no sólo es posible el contacto de este universo
al otro sino que también cabe la posibilidad de que haya un contacto del mundo
de ficción al nuestro. Tal es el caso de Niebla
de Miguel de Unamuno, donde el personaje al final de la nivola conoce a su descubridor.[3]
Cuando leemos una obra literaria, formamos
parte de estos dos universos. Pero puede darse el caso, como lo plantea
Cortázar en Continuidad de los parques,
de que el lector se adentre tanto en el mundo de ficción que forme parte por un
momento sólo de ese universo. O como en primer libro citado, donde el personaje
llega de algún modo al mundo real,
interactuando así con el autor ficticio y el lector real.
Mucha
gente tiene la idea de que el autor de una obra se ve reflejado en sus
personajes o que el personaje fue “creado” a partir de su vida. Si bien es
cierto que los lectores pueden influenciar a otros lectores por el contacto
directo que existe entre ellos, también hablamos de una mentira absoluta al
afirmar que el autor influye de algún modo en “sus” personajes. Primero,
creemos que la palabra autor no es sinónimo de “creador” sino más bien de
descubridor, como ya antes hemos dicho; segundo, negamos también que los
personajes sean suyos. Augusto Pérez es consciente de ello, por eso se atreve
al final de la novela a desvelarse y rebelarse a su descubridor, Don Miguel. Si
yo he sido “creado” por usted, le dice Augusto a Unamuno, entonces usted es
también creación de alguien más.
La muerte en el mundo de ficción
Todas las historias que conocemos del
universo literario, tienen un problema, ya sea porque nos hemos dedicado a
buscar estas historias o porque en verdad la vida en el mundo de ficción sea
siempre más emocionante. Entonces, si en este mundo mi café se derrama, en el
mundo de ficción mi café pertenece a salvo porque este hecho aparentemente
intrascendente en este mundo, tiene su razón de ser en el relato literario, y
es gracias a este hecho que la diégesis se completa. Gracias también a la
justificación de cualquier hecho, por más intrascendente que parezca dentro del
universo literario, las historias pueden contarse en menos palabras.
La
muerte en el mundo de ficción es total y completamente diferente a como la
concebimos en éste. En el mundo real, los seres humanos tenemos sólo una vida y
la muerte es inevitable. Pero en el mundo de ficción en cambio, el personaje
tiene vidas infinitas; cada que alguien lee su historia, o al menos hasta que
el portal de contacto (el libro) se cierre, el personaje seguirá vivo sin
importar que en la historia contada muera. A pesar de que Unamuno mate a
Augusto, éste regresa a la vida cada que alguien lee la novela, pero ¿y
Unamuno? Como el autor se hace parte de este universo, entonces él también
resurge infinitamente mientras alguien lee su nivola.
Posibilidades
en el mundo de ficción
Cuando un escritor entiende (consciente o
inconscientemente) que lo que redacta no depende de él, sino que existe en un
universo paralelo y sabe como describirlo, nos abre las puertas también a
nosotros al mundo que ha descubierto. Pero, ¿existe sólo una posibilidad de
narrar el mundo de ficción? O, ¿existe sólo un mundo de ficción? Para
aventurarnos más con estas hipótesis diremos que no.
El escritor tiene en sus manos la tarea de
reunir las piezas necesarias para contar de manera verosímil lo que ha pasado
en un momento determinado en el mundo de ficción, es decir, nos presenta su
visión de ese mundo pero un fotón o una taza de café para mí son distintos de
lo que son para él. Una de las grandes virtudes de un escritor es de hecho
saber describir bien lo descubierto. Entonces no hablamos de un mundo de
ficción sino de varios mundos de ficción. Cuántas obras literarias no hablan de
lo mismo de distinta manera.
El escritor tiene la libertad de escoger cómo
nos narrará lo que ha descubierto mientras reúna los engranes necesarios para
que el lector que no ha descubierto aún ese mundo lo pueda hacer sin que se
deforme. Por ejemplo, la economía narrativa es muchas veces una manera de
deformar el portal al mundo de la ficción haciendo que el intercambio de
información o la paradoja presentada se marchite. El lector en este caso no
puede ver su café a salvo en este universo y derramándose en el otro.
El caso de Niebla
es sumamente complejo e interesante si nos guiamos por los puntos antes
tratados, puesto que es el personaje, desde su universo, quien viaja hasta la
oficina de su “creador” o descubridor y se empeña en hacerle creer que es real,
pero, estimado lector ¿quién es real y ficticio en el momento en que dentro de
la nivola hay un evidente contacto
entre dos universos? Obviamente existió un hombre en este mundo, que descubrió
a otro Unamuno en el universo escrito en Niebla
y es esta paradoja, entre muchas otras cosas de la nivola, la que nos sugiere
cuestionar si en nuestra realidad somos lo que creemos que somos o dentro de la
niebla no somos más que la creación de alguien más.
Francisco Santos
[1] http://www.youtube.com/watch?v=PK7KSpYulJc&NR=1
[2] Nos
referimos al sentido estructuralista de la palabra, es decir, incluimos también
al autor dentro de los lectores.
[3] El
concepto de descubridor se refiere a
quien escribe la novela, ya que para nosotros, quien escribe no hace más que
descubrir el universo paralelo del que hemos hablado antes.
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