lunes, 7 de mayo de 2012

La NIEBLA, el origen de la idea.

En cuanto el hombre le cede terreno a todo lo abstracto que implica el “destino”, se tambalea entre el azar y la predeterminación. Peor aún, si se entrega directamente a la terrible idea de que el destino ya está acordado y de que, entonces, ya no puede cambiar nada, se abandona a una angustia constante y fractalmente creciente; cualquier cosa que hace está sujeta, ineludiblemente, a una decisión que ya fue tomada por algo o alguien más. De manera que el individuo solamente mantiene una lucha para sustentar su creencia (o, más bien, su ficción) de que posee una verdadera libertad de elección. Así, el libre albedrío, que hace del creado un creador, se transformaría en otro de esos oasis del idealismo.
Parecía no haber rastros de detractores de la predestinación del creador; es la palabra todopoderosa contra la mortal. La lucha de David contra Goliath fue famosa sobre todo porque el primero, estando visiblemente en total desventaja, derrotó a Goliath, destrozó los pronósticos y rompió los límites de lo predecible. David tendría que haber perdido porque tenía clara desventaja, pero el haber ganado implicó un heroísmo fuera de esquemas lógicos. A pesar de ellos, nadie hubiera creído que una sola fuerza minúscula se enfrentara de nuevo a una macroscópica. Eso holísticamente. Ya en específico, era casi inimaginable que un personaje exigiera tanta piedad a su creador, que le gritara impertinentemente reclamando su libertad de elección. Niebla, específicamente en su Capítulo XXXII, es la burla de la libertad ética que Sartre preconizaría más tarde; si nuestra realidad fuese nivolesca, cualquier responsabilidad, ante todo la consecuente de la libertad, se desvanece del poder humano y pasa íntegramente a la potencia creadora.
La impotencia se vuelve un sentimiento extrapolado; desde los personajes que sufren su inevitable fin, hasta cada uno de los espectadores. Ni unos ni otros pueden mover el orden de los bloques que construyen toda la historia que los está implicando o absorbiendo. Por eso las rebeliones de personajes contra su creador se manifiestan más patéticamente, todo el poder es exiliado a la isla que es el autor padre-madre. Esa es la razón principal por la que el tópico se retomó.
Cuando se estrenó Stranger than fiction (2006) [Más extraño que la ficción.]* supongo que casi nadie en las salas de cine o en la comodidad de sus hogares, cuando sufría junto a Harold Crick (Will Ferrell), se acordó de Unamuno (o tal vez ni le conocían y entonces yo escribiendo esto pierdo mucho más que el sentido que apenas creía advertir o imaginar). De hecho podría decirse que los últimos capítulos de la Niebla son la trama de la película. Hay cambios, sí, pero estambre y puntada son los mismos, los acabados acaso serán lo distinto y lo demás, incluso, puede ser sólo satelital. Aunque el caso pudiera estar en el discurso de la intertextualidad, de la imitación, de la alusión, del homenaje, del  guiño, del diálogo inter obras, de la coincidencia, etc. O podría ser nada más el eterno retorno de la idea, lo que Tatarkiewickz describía como el mismo árbol del que cada primavera brotan hojas nuevas.
Y aún hay más, porque, por cierto, ahora recuerdo que hubo otro Augusto, como el Pérez de Unamuno, quejumbroso del sueño y del soñador, aunque con más carne que la del imaginario de un (in)consciente:
El mundo
Dios todavía no ha creado el mundo; sólo está imaginándolo, como entre sueños. Por eso el mundo es perfecto, pero confuso. FIN
Dos Augustos que preocupados y críticos contemplan el sueño de sus creadores dentro de la misma niebla. Un Harold de Hollywood atormentado, angustiado. Quizá la niebla no tiene ni debe tener solución, pero es volátil y a cada paso va rebelando la imagen de los cuerpos, las cosas que siempre estuvieron ahí, pero que ahora que renacen a los sentidos y a lo cognoscible parecen nuevas. Y es inevitable, el destino de las ideas, a pesar de todo, porque renacen de la misma niebla del inconsciente o la ignorancia. Siempre y a destiempo se muestran trayendo la ilusión de la novedad. No hay cosa que huya de la repetición.
Pudo ser que todo esto se leyera  o no, pero, ya estaba escrito.




RENATA LEVA.




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*El "trailer" en castellano, porqua así lo hubiese querido Unamuno, seguramente. 

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