En cuanto el hombre le cede
terreno a todo lo abstracto que implica el “destino”, se tambalea entre el azar
y la predeterminación. Peor aún, si se entrega directamente a la terrible idea
de que el destino ya está acordado y de que, entonces, ya no puede cambiar nada,
se abandona a una angustia constante y fractalmente creciente; cualquier cosa
que hace está sujeta, ineludiblemente, a una decisión que ya fue tomada por
algo o alguien más. De manera que el individuo solamente mantiene una lucha
para sustentar su creencia (o, más bien, su ficción) de que posee una verdadera
libertad de elección. Así, el libre albedrío, que hace del creado un creador,
se transformaría en otro de esos oasis del idealismo.
Parecía
no haber rastros de detractores de la predestinación del creador; es la palabra
todopoderosa contra la mortal. La lucha de David contra Goliath fue famosa
sobre todo porque el primero, estando visiblemente en total desventaja, derrotó
a Goliath, destrozó los pronósticos y rompió los límites de lo predecible.
David tendría que haber perdido porque tenía clara desventaja, pero el haber
ganado implicó un heroísmo fuera de esquemas lógicos. A pesar de ellos, nadie
hubiera creído que una sola fuerza minúscula se enfrentara de nuevo a una
macroscópica. Eso holísticamente. Ya en específico, era casi inimaginable que
un personaje exigiera tanta piedad a su creador, que le gritara
impertinentemente reclamando su libertad de elección. Niebla,
específicamente en su Capítulo XXXII, es la burla de la libertad ética
que Sartre preconizaría más tarde; si nuestra realidad fuese nivolesca,
cualquier responsabilidad, ante todo la consecuente de la libertad, se
desvanece del poder humano y pasa íntegramente a la potencia creadora.
La
impotencia se vuelve un sentimiento extrapolado; desde los personajes que
sufren su inevitable fin, hasta cada uno de los espectadores. Ni unos ni otros
pueden mover el orden de los bloques que construyen toda la historia que los
está implicando o absorbiendo. Por eso las rebeliones de personajes contra su
creador se manifiestan más patéticamente, todo el poder es exiliado a la isla que
es el autor padre-madre. Esa es la razón principal por la que el tópico se
retomó.
Cuando se estrenó Stranger than fiction (2006) [Más extraño que la ficción.]* supongo que casi nadie en las salas de cine o en la comodidad de sus hogares, cuando sufría junto a Harold Crick (Will Ferrell), se acordó de Unamuno (o tal vez ni le conocían y entonces yo escribiendo esto pierdo mucho más que el sentido que apenas creía advertir o imaginar). De hecho podría decirse que los últimos capítulos de la Niebla son la trama de la película. Hay cambios, sí, pero estambre y puntada son los mismos, los acabados acaso serán lo distinto y lo demás, incluso, puede ser sólo satelital. Aunque el caso pudiera estar en el discurso de la intertextualidad, de la imitación, de la alusión, del homenaje, del guiño, del diálogo inter obras, de la coincidencia, etc. O podría ser nada más el eterno retorno de la idea, lo que Tatarkiewickz describía como el mismo árbol del que cada primavera brotan hojas nuevas.
Cuando se estrenó Stranger than fiction (2006) [Más extraño que la ficción.]* supongo que casi nadie en las salas de cine o en la comodidad de sus hogares, cuando sufría junto a Harold Crick (Will Ferrell), se acordó de Unamuno (o tal vez ni le conocían y entonces yo escribiendo esto pierdo mucho más que el sentido que apenas creía advertir o imaginar). De hecho podría decirse que los últimos capítulos de la Niebla son la trama de la película. Hay cambios, sí, pero estambre y puntada son los mismos, los acabados acaso serán lo distinto y lo demás, incluso, puede ser sólo satelital. Aunque el caso pudiera estar en el discurso de la intertextualidad, de la imitación, de la alusión, del homenaje, del guiño, del diálogo inter obras, de la coincidencia, etc. O podría ser nada más el eterno retorno de la idea, lo que Tatarkiewickz describía como el mismo árbol del que cada primavera brotan hojas nuevas.
Y aún hay
más, porque, por cierto, ahora recuerdo que hubo otro Augusto, como el Pérez de
Unamuno, quejumbroso del sueño y del soñador, aunque con más carne que la del
imaginario de un (in)consciente:
El mundo
Dios
todavía no ha creado el mundo; sólo está imaginándolo, como entre sueños. Por
eso el mundo es perfecto, pero confuso. FIN
Dos
Augustos que preocupados y críticos contemplan el sueño de sus creadores dentro
de la misma niebla. Un Harold de Hollywood atormentado, angustiado. Quizá la
niebla no tiene ni debe tener solución, pero es volátil y a cada paso va
rebelando la imagen de los cuerpos, las cosas que siempre estuvieron ahí, pero
que ahora que renacen a los sentidos y a lo cognoscible parecen nuevas. Y es
inevitable, el destino de las ideas, a pesar de todo, porque renacen de la
misma niebla del inconsciente o la ignorancia. Siempre y a destiempo se
muestran trayendo la ilusión de la novedad. No hay cosa que huya de la
repetición.
Pudo ser
que todo esto se leyera o no, pero, ya
estaba escrito.
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*El "trailer" en castellano, porqua así lo hubiese querido Unamuno, seguramente.
RENATA LEVA.
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*El "trailer" en castellano, porqua así lo hubiese querido Unamuno, seguramente.
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