domingo, 15 de abril de 2012

IDEAS DE UNA APÓCRIFA CANCIÓN



Es un hecho, Antonio Machado perdió su comunión con la otredad a la muerte de su amada Leonor. El propio autor acepta los estragos que causó la soledad en su obra y persona; por su parte, Ortega y Gasset afirma que, a la tumba de Leonor, también fue dar la poesía de Machado, siendo su última obra poética Campos de Castilla. A los restos de  aquella poesía modernista se ve diluida filosofía metafísica floreciente en De un Cancionero Apócrifo.

En esta obra, Antonio abandona su voz para ser proyectada por la de Abel Martín, primer apócrifo que se sumerge en las cuestiones de la otredad. En el poema “CLXVII”, Abel Martín colma sus versos con la inmensa añoranza del mayor de los Machado. En el poema, la otredad se concibe desde un pensamiento muy oriental, como el complemento del uno; en el poema la otredad se viste de mujer para llegar al hombre, al uno.Lo anterior cae en un punto ya constante para la literatura: el amor. Para Machado la contemplación y la belleza de la mujer van más allá de ser causas palpables del amor, este sentimiento se maneja como una necesidad espiritual en las letras de Abel, una sed difícil de acabar.El fracaso a este sentimiento es lo que lleva a perder la unión con el otro, unión por demás cíclica entre las dos partes.

Tal vez es la tardía manifestación filosófica del autor noventayochista, pues necesitaba ser detonada por su pérdida conyugal. Como ya se dijo antes, después de Leonor sólo quedaron las cenizas que dieron vida a sus nobles apócrifos. Sin embargo, la voz filosófica del autor sólo podía ser posible en la palabra del poeta, después de la reunificación de lo heterogéneo que se fragmenta para ser lo homogéneo, para dar así con la propia intimidad del ser que sigue ensimismada con lo subjetivo.

CG

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