"Un Orfeo distinto"
No es de mi gusto ver mascotas en las películas, sabiendo que se
pretende que formen parte del elenco principal, o peor, aún, que sean los
protagonistas, y que se justifiquen dichas apariciones atribuyéndoles las cualidades
de superhéroes, estrellas del deporte, la música ,etc. Es un recurso
gastadísimo, reproducción y repetición de lo que se ha hecho en numerosas
ocasiones. Sin embargo, mi opinión cambia radicalmente cuando me doy cuenta, en
un fin de semana de entretenimiento, de que no todas las películas que
incluyen mascotas son decepcionantes. Me
refiero a la recientemente estrenada filmación El artista, la cual incluye en su elenco a un perrito que será el
compañero del protagonista durante toda la historia. Para empezar, desde que vi
aparecer al animalito, no me desagradó, al contrario, me pareció de lo más
adorable (el pequeño tiene muchas cualidades); luego, reflexionando y sacando
de mis recuerdos al personaje (también perro) de Orfeo en la novela Niebla, de Miguel de Unamuno, descubrí
en la comparación de sus papeles, un punto de partida muy interesante para ver
la película -y en especial al personaje- desde la perspectiva unamuniana.
En el caso de la mascota de
Augusto, desde que éste lo encuentra no puede ya separarse de él; desde el
inicio Orfeo toma el papel de confidente, es el único personaje con quien
Augusto se expresa del modo más sincero, sin ocultar nada de lo que piensa;
Orfeo sabe todo de su amo. En El artista, también la mascota es quien sabe
absolutamente todo de George, su dueño, pero aquí ni siquiera es necesario que
se lo confiese, ya que el animalito lo presencia. Ambas mascotas tienen dueños
cuyos conflictos vivenciales les llevan al extremo de contemplar a la muerte
como única salida a sus problemas. Para los dos animales, el único mundo
posible está en sus amos.
Pero Orfeo, en la "Oración
fúnebre por modo de epílogo" que contiene Niebla, critica una conducta que
tiene el otro personaje, contemporáneo nuestro: la del cinismo. Para ello, es
necesario citar las palabras de Orfeo: "¡Perros sabios llaman a unos
perros a los que les enseñan a representar farsas [...] les adiestran a andar
indecorosamente sobre las patas traseras, en pie! ¡Perros sabios! ¡A eso le
llaman los hombres sabiduría, a representar farsas y a andar sobre dos
pies!" Severa crítica la que pone Unamuno en palabras de un perro. Pero yo
no llamaría precisamente cínico al perro de George Valentin, o si posee tal
característica, en la película funciona para que pueda el perro influir en la
vida de su dueño, de hecho, salvársela, mientras que Orfeo no puede evitar la
muerte de Augusto. Y parece que es esta intervención en la vida humana la que
le molesta a Orfeo, aunque de tal omisión por su parte haya dependido la vida
de su amo.
En El artista, la mascota no tiene un nombre, pero goza (¿o padece?)
el privilegio de estar más en contacto con los humanos y acompañar a su dueño a
todas partes, vive en la vida del hombre. Sin embargo, no deja ser un
acompañante. Orfeo no es un acompañante, es el destino de las confidencias más
íntimas; su aparente aislamiento del amo no le impide tener conciencia; sin embargo respeta la
individualidad de Augusto. Nos hace caer en su engaño, ¡él es el cínico!, logra
la atención de quien está a cargo del epílogo, y ahora me tiene analizando su
conducta y comparándole con otro de su especie muy ingenuo comparado con él,
pero que en opinión del primero, es representante del verdadero cínico.
I. L. M. L.