domingo, 17 de junio de 2012



Siete lagos tristes

que lloró tu alondra.

Siete alas impares

muertas en el sueño.

Alondra de verdad

iluminó su sombra para que tu viento

la contemplara quieta.

 Su voz, silencio de mar.



Tus ojos azules

de la tierra enferman,

velan un sueño muerto,

levitante, perdido.

Ignoras las naves.

Nuestras naves, mi sueño.
ILML



jueves, 7 de junio de 2012

Una mirada a la deshumanización del arte



José Ortega y Gasset fue un filósofo español (1883-1955) que entre tantas cuestiones de las que trató se encuentra una en lo particular importante para la literatura y el arte en general. Se trata de La deshumanización del arte e ideas sobre la novela.
Echar un vistazo, sobre todo a lo relacionado con la deshumanización, es darse cuenta de la revolución que sufre el arte y la independencia que logra mediante esta lucha. Éste, desde sus inicios ha estado supeditado a la imitación y a objetivos específicos, sobre todo religiosos, muchas veces poco vistos como expresiones artísticas (lo cual no demerita en lo mínimo el valor de la obra). Pero lo que hace Ortega y Gasset no es impeler al arte a tomar este rumbo subversivo contra el pasado, ésta es más una cuestión cuasi natural y predeterminada por la historia; lo que hace este autor es determinar cierta explicación al fenómeno.
Lo que el arte busca es su libertad, y Ortega y Gasset describe este fenómeno con la analogía de la persona que mira una cosa a través del vidrio de una ventana: el objeto observado no es realmente el que es, sino el que nos presenta la distorsión del vidrio. Y ahí radica el trabajo del artista, representar el objeto en su forma más pura, no como lo vemos, no como la idea que tenemos de esta realidad incierta, sino como la idea en su abstracción.
Otro ejemplo es el de la habitación en que se encuentran un moribundo, su esposa, un médico y un artista. Todos, a excepción del artista, tienen un vínculo estrecho con la situación: el moribundo la vive en carne propia, la esposa siente el dolor de éste, y el médico, a pesar de ser un profesional, está de algún modo relacionado con el hecho. El único ajeno totalmente es el artista, y es el idóneo para retratar el suceso.
Es entonces cuando artista y obra logran la autonomía, y el arte se convierte en el arte por el arte. Y es que este paso era necesario para obtener un estado puro de las expresiones artísticas.
Con la explicación anterior quizá pueda darse una nueva concepción hacia el arte contemporáneo y sus múltiples expresiones que a veces nos parece extrañas o incomprensibles. Es por lo dicho, el arte ya no depende de la realidad como la tenemos presente, o mejor dicho, como la creemos, sino que ha tomado, desde la perspectiva del creador, su lado más natural, su personificación más auténtica.
El arte en realidad ha tomado un rumbo distinto al que solía tomar. Probablemente antes tan sólo se limitaba a ser un desviarse del camino, o simplemente se esforzaba en contradecir a la corriente anterior. Pero ahora se ha transformado por completo. De algún modo también así lo hace patente Hegel en Estética I, cuando habla acerca de las religiones anteriores al cristianismo: éstas trataba de representar a sus deidades con formas conocidas, si creían que su dios era un sol, pues así lo reproducían. En cambio, la religión cristiana tomó el cuerpo humano para representar un dios que nunca han visto, realmente (omitiendo, claro, a Jesús). Es la forma del hombre la que representa a un ser intangible, invisible y es lo mismo que sucede con el arte de hoy: los objetos son ideas, por tanto no pueden ser representadas en su forma sensible, sino que deben representar dicha idea.
Tal vez lo bello como normalmente lo queremos contemplar, desaparezca en estas obras de arte “modernas”. Eso bello que se ha ido estableciendo en los parámetros de nuestra sociedad, desaparece y es difícil contemplarlo. Recuérdese, parafraseando a Ortega y Gasset, el arte es para artistas. El arte se ha cotizado, aún más que antes, y, de algún modo, se vuelve exclusivo de algunos cuántos, ésa es su forma de ganar su autonomía. Pero regresando a lo bello del arte, tal cual quisieran muchos verlo, tómese en cuenta lo que dice Gadamer en La actualidad de lo bello: "La función ontológica de lo bello consiste en cerrar el abismo abierto entre lo ideal y lo real". La belleza, pues, no son esas cuestiones banales que los medios nos han infundido, la sociedad y el tiempo mismos nos han insertado por fuerza.


JBL

viernes, 1 de junio de 2012

Bernarda: madre y mujer


Los blancos muros de La casa de Bernarda Alba se abren y cierran tras una palabra: ¡Silencio! Es así como se enmarca el inicio y fin de la más reconocida obra del español Federico García Lorca, escrita para el año de 1936.
El papel femenino ha sido imprescindible en teatro, ya sea en menor o mayor importancia, como personaje principal o intitulando la obra. Ésta es una de las contadas ocasiones en las que la mujer protagónica no padece de fragilidad extrema, sumisión o un muy ligero temperamento. Bernarda es la señora de la casa, madre de familia no abnegada y personaje principal en la puesta en escena, no por su número de apariciones, sino por su la fuerza y carácter de los que se engalana, herramientas saben guiar la trama sin soltarla.
El protagónico de la recién enviudada está latente en sus modos maternos; para lo anterior, es importante resaltar que todos los personajes activos en la obra son mujeres y que, todas ellas, a excepción de dos (las criadas), son parte de la familia compuesta por la abuela María Josefa y las cinco hijas de Bernarda: Angustias, Magdalena, Amelia, Martirio y Adela. Es todo un matriarcado: la madre deja fluir su instinto y, con la muerte de su esposo, funge ahora como protectora de los intereses y honra de sus hijas.
Con el paso de las hojas se desprende un olor a tragedia, mientras la muerte se vuelve llave y candado de esta historia. Las prohibiciones y exigencias de Bernarda también son una reacción a la muerte de su esposo, además del ya mencionado afán por cuidar de sus hijas, hacerlas unas mujeres de bien y mantener a raya el “qué dirán”. Tanto se esfuerza la señora de la casa por impedir que algún factor externo dañe la integridad de sus criaturas, que olvida por completo lo que se desata en que cada una de sus mentes, olvida por completo lo que ocurre en sus corazones (bien supo advertirle La Poncia). Una situación tan compleja era de esperarse con el luto.
La maternidad de Bernarda es impulso en toda la obra, aunque este sentimiento natural se ve maleado por las exigencias de la sociedad en la que viven. Por el entorno que se maneja, hasta la propia Bernarda es blanco para el pueblo, es decir, no es de lo más normal ser madre y administradora de un hogar, esto se debe al poco peso que tenías entonces el papel de la mujer en la sociedad, con mayor razón si esta mujer pretendía ser la representante de una familia, en todos los aspectos que se involucraran.
Angustias, Magdalena, Amelia, Martirio y Adela viven en constante asfixio, algunas deseosas por salir del claustro, otras nada quejumbrosas con su pasiva situación.  Angustias, por ser hija del primer matrimonio de Bernarda, es heredera de una fortuna a la que sus medias hermanas no aspiran; dicha fortuna es olida por Pepe el Romano, pretendiente de Angustias, amante de Adela y amado de Martirio. A lo largo de la historia se maneja este conflicto amoroso, al cual podemos agregar el hecho de que Bernarda, en su momento, impidió que Martirio fuese pretendida por alguien más. No se alcanza a comprender la actitud de la protagonista; a partir del contexto podemos suponer que Bernarda esperaba a que la mayor de sus hijas contrajera nupcias para así ir acomodando a las demás; sin embargo, Bernarda creía fervientemente que ningún varón en el pueblo que aspirara a alguna de sus criaturas, argumento que se hace notar en el diálogo de la obra.
A la señora de la casa se le hiere como madre al final del tercer acto con la deshonra y suicidio de Adela. El luto se vuelve más pesado, nuestra protagonista ha quedado por fin deshecha con este final, y no sólo ella, también Angustias, quien ve frustrado su matrimonio con el gañán de Pepe el Romano. Al resto de la familia y de la servidumbre sólo le queda respetar el silencio tan merecido después de la tragedia, al final sólo queda la resignación.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Literatura de pica y corre.


Literatura de pica y corre.

La duración es muy importante. Si de alguna manera advertimos que algo valdrá la pena, preguntamos: “¿cuánto durará?”. Si queremos considerar cierta empresa es: ¿cuánto dura(s)?”. Si hemos de medir el tiempo a emplear en cosas como la lectura, miramos la numeración de las páginas y el grosor del libro: “¿cuánto duraré leyendo esto?”. IF> THEN: Muchas decisiones cotidianas se toman en relación al tiempo que emplearemos en ellas para que resulten lo más satisfactoriamente posible. La lectura generalmente se imagina como la cansada fila para un trámite burocrático (incluso, peor). No sé desde cuándo ni cómo fue, pero hubo un momento en que alguna, para fines prácticos, digamos, pluma fue utilizada para salvar un instante milimétrico del flujo de cociencia; una de esas frases que dentro del habla coloquial, a veces, se llaman “ocurrencias/ pensamientos” y que si se clasifican cualitativamente pudieran ser aforismos, proverbios, dichos…o greguerías, como creyó prudente Ramón Gómez de la Serna.
Hay una fórmula esencial de greguería, según lo propuso Ramón Gómez:
METÁFORA + HUMOR
Aún no sé de qué llegó que él se creyera eso. Las greguerías siempre sobrepasan el humor y las palabras de que están compuestas, son aforismo o dicho y, a partir de la risa, llegan a una epifanía que, en otras circunstancias y tras otras líneas hubiera llegado del dolor.
Ahora bien, estos microtextos forman parte de una literatura cuyo laconismo asemeja a la poquísima duración del relámpago y cuyo influjo permanece todavía entre los párpados y la memoria.
Y, sin embargo, lo peligroso de escribir tan parcamente es que pudiera ser que la muerte llegara antes, ésa o el olvido, quiero decir; no está demás cuidar lo que escribiremos en corto: el aumento en la profundidad de cada palabra debe ser inversamente proporcional al talante del laconismo  en la frase que constituye.
Si la greguería no hubiese sido inventada como nombre, tendríamos más aforismos humorísticos. Ahora es cuando pienso en Groucho Marx y en Gesualdo Bufalino, entonces Ramón Gómez se ve tan cercano a ellos, compartiendo, pese a la distancia temporal, la línea en un mismo camino que atempera o ralentiza el dolor de saber.
Groucho: “Disculpen si les llamo caballeros, pero es que no les conozco muy bien.”
Gesualdo:”Cuesta una inmensa fatiga conservar una buena opinión de uno mismo, quién sabe cómo harán algunos…”
Ramón: “Cuando asomados a la ventanilla echa a andar el tren, robamos adioses que no eran para nosotros.”
Y vamos todavía más delante de ellos en la serpiente de las horas: en nuestros días surgió una denominación para otro relámpago literario que dejaría a Gómez, Groucho y Bufalino lejos de lo que habíamos considerado prolijidad en la publicación. La “twiteratura/tuiteratura”[1] que se difunde a través del Twitter, alberga muchos aforismos, muchas líneas hermanastras de las que otrora crearan los tres autores mencionados. Con la disposición de un espacio cuyas emisiones de texto no pueden ser mayores a los 140 caracteres, ingenio y fama (aunque esta última pudiera ser prescindible), casi cualquier usuario con cuenta activa puede lanzar sus relámpagos sin sospechar el día en que alguien llegue a decirle que desvirtúa las escrituras brevísimas del pensamiento y que cómo se atreve, cómo si le costó tanto a Ramón Gómez de la Serna, por sus circunstancias y el tiempo de cada sentonazo antes de trazar palabra principio y fin.



Renata Leva


[1] Aún no se acuerda consensualmente la escritura del término.

miércoles, 23 de mayo de 2012


La prisión de los muros blancos
(Reseña de La Casa de Bernarda Alba)

Entre los muros blancos se pasea la libertad, ahogada en penas,
 esperando la noche y sus sombras, ahí, donde por fin se libera.

Seguramente al escuchar el nombre del escritor Federico García Lorca (1898-1936) muchos de nosotros recordaremos la gran fama que como poeta este español ha logrado fraguar, aún después de su temprana muerte; quizás recordaremos algunos versos, o al menos el tema o historia que trata su “Romance de la luna, luna”, el cual es uno de los poemas más conocidos de Lorca.

Sin embargo, pocos saben que la genialidad  de este poeta también llegó a estar presente en el teatro, con obras como: Yerma, Bodas de Sangre, La Zapatera Prodigiosa, entre muchas otras más.

Entre sus múltiples dramas se encuentra La Casa de Bernarda Alba, obra teatral de 1936, a la que dedicaré las siguientes líneas. Este drama se desarrolla, tal como lo dice el título, en la casa de Bernarda Alba, una mujer de sesenta años, la cual tiene cinco hijas (todas con edad suficiente para casarse) y se caracteriza por ser autoritaria, fría y muy conservadora, además de que es una de las personas más ricas e influyentes del pueblo en el que vive. Por esta razón cree, que ningún hombre de ese pueblo merece a sus hijas, por lo que las mantiene aisladas y alejadas del mundo exterior, principalmente del sexo masculino, siendo así como construye, delante de todo el pueblo, una vida intachable y conservadora. Aunque el gobierno dictatorial de Bernarda mantenga controlada a sus hijas, ella no puede mandar en los sentimientos de éstas, las cuales añoran amor y libertad. La represión que ejerce Bernarda sobre sus cinco herederas y los sentimientos tan apasionados que éstas guardan, harán que en la casa de muros blancos se desate una tormenta, la cual  se liberará con la llegada de Pepe el Romano, el prometido de Angustias, la hermana mayor de la familia.

La Casa de Bernarda Alba no solamente muestra al lector una historia entretenida y emocionante, en la que la afrenta silenciosa entre las hermanas por Pepe el Romano, quien es el objeto del deseo, mantendrá la atención, y la tensión, hasta el final, sino también, la obra nos revela el papel de la  mujer española en las primeras décadas del siglo XX, así como una crítica y denuncia a las tradiciones tan conservadoras que aún se mantenían en la sociedad. Cabe mencionar que la obra está cargada de símbolos, los cuales pueden apreciarse en la escenografía y en los personajes, éstos ayudan a remarcar la atmósfera pesada y reprimida que se forja en la casa de Bernarda, así como la caracterización de ésta: un santuario de pureza y obediencia incondicional, que Bernarda cree tener bajo control, sin darse cuenta que por las noches los deseos reprimidos de sus hijas salen a pasear ocultos entre las sombras.

Aunque la obra trate un tema trágico y serio, también se apreciarán momentos cómicos, casi siempre encarnados por los personajes de La Poncia y María Josefa. Sin embargo, en algunas partes de la historia, se notará un exceso de dramatismo, el cual no ofende ni cae en lo burdo, pero sí logra enlazarse perfectamente con la historia y el tema que trata, remarcando con gran intensidad la tragedia que viven las hermanas, a causa de  la autoritaria de su madre.

Ahora bien, si no se tiene la oportunidad de leer o ver escenificado el drama lorquiano, existe una adaptación cinematográfica española de 1987, dirigida por Mario Camus, la cual es bastante fiel al texto original.

La película sólo sufre algunas adaptaciones en el orden de algunos diálogos y momentos de la historia, reajustándolos para recrearlos en otros lugares de la casa, y no sólo en uno de ellos, como se hace en la obra teatral. También se colocan algunas escenas ajenas a la obra inicial, como quehaceres de la vida cotidiana, que ayudan a reforzar la idea de una existencia tediosa y repetitiva en el día, así como escenas nocturnas, las cuales muestran más explícitamente la situación que acontece con Pepe el Romano; estas escenas no perjudican la trama original, y aunque algunas lleguen a considerarse como innecesarias, están ahí para darle una continuidad más lógica a la película.

La Casa de Bernarda Alba es una obra que critica la permanencia de algunas tradiciones y el papel de la mujer en la sociedad, pero también cuenta una lucha entre los deseos de libertad y el poder dictatorial encarnado en el personaje de Bernarda Alba, que finalmente terminará en tragedia.


Valeria Villalpando Díaz

lunes, 21 de mayo de 2012


Encuentro onírico
Aún ahora, cuando recuerdo mi encuentro con el maestro, me pregunto si fue sólo un sueño o tal vez algún tipo  de éxodo, un viaje hacia una realidad paralela  como las que leemos en los libros.
Aquella noche salí del estudio más tarde contra la rutina desarrollada por los años sin motivo alguno, me senté en la silla de respaldo cóncavo, en la tarde, madera en una mano, papel en la otra, la luz cayendo sobre la mesa; las manecillas del reloj levantándose mansamente y de pronto un cuerno frente a mí se acercaba entre la penumbra;  un cuerno y luego otro más pequeño, dos orejas diminutas en un cuerpo gris y arrugado acercándose a toda velocidad.  Movía mi mano sin ver el cuaderno y entonces un rinoceronte en una cama idéntica a la mía debajo de la cama, un hombre con una sonrisa despectiva.
            Entré a mi habitación desconcertado, con un raro presentimiento. Traté de tranquilizarme pero el ruido bajo la cama confirmaba mi miedo; algún huésped no deseado me impediría descansar. Después de algunas horas de permanecer inmóvil, saqué mi cabeza de la protección de mi  lecho…
            Recuerdo esa imagen y mi piel enfebrece… El brazo salía casi completamente, con la mano extendida como un árbol de cinco ramas separadas en extremo. Yo rinoceronte en posición fetal sobre aquel brazo que se escondió luego de un rato, al verme verlo fijamente. El cansancio me hizo olvidarlo por un momento y me transportó a un mundo entre el sueño y la vigilia.
Me tranquilizó un poco, logré regresar a mi cadavérica posición inicial mientras veía La tentación de San Antonio en la pared, y podía imaginar claramente cómo el dueño de aquel apéndice podía ver también el cuadro, más que imaginarlo incluso lo sentía.
Un grito ahogado confirmaba que aquel intruso me tenía a su merced, las manecillas se habían levantado hasta llegar a la vertical y ahora caían de nuevo dentro de aquel círculo. La tentación de San Antonio, el brazo que de seguro se burlaba de mí, mi cama que para nada era segura y yo como un cadáver inmóvil esperando la luz sanadora.
Decidí  al cabo de unas horas sacar medio cuerpo de la cama y bajé la cabeza hasta el piso pero en dirección opuesta a donde se suponía estaba aquel intruso y  al girarla, el grito por fin salió, mi cuerpo débil y asqueado pareció desfallecer…
…un hombre frente a mí en posición fetal, justo en la posición en que yo acostumbraba dormir viéndome con sus dos globos enormes llenos de líquido blanco con ramificaciones grana. Mientras dos finas y largas pinceladas negras justo arriba de su boca se extendían  al momento en que alargaba sus labios mostrando una dentadura deteriorada, amarillenta y triste.
En ese momento salté de la cama y la luz ya me abrazaba, también abrasaba el cuadro y había inundado toda la habitación, luego de cobrar valor bajé de nuevo la cabeza pero el maestro ya no estaba, sólo había dejado una nota con una letra excéntrica y rarísima con cuatro palabras en ella: “Ya lo he hecho”. 

domingo, 20 de mayo de 2012


El péndulo

A cada paso dado,
el lastre de mi otro yo
intenta retenerme.
No quiere que avance.
Lo nuevo lo desconcierta
e intenta anquilosarme
junto a él en el pasado.

Me dice que la novedad
morirá inevitablemente
bajo el peso de lo nuevo,
que aguarde,
que el péndulo volverá a poner en boga
sus frases,
y que no habrá más remedio
que desandar los pasos.

Me dice que lo deshumanizado
a ser humano tornará,
que lo clásico desempolvará sus roídas formas,
y ante los ojos extraños
como nuevo se disfrazará.

Pero no,
yo quiero explorar aquello,
lo ignorado,
lo que a otros, víctimas de sus miedos,
les impidió dar el siguiente paso.  




Ismael Delgado