José Ortega y Gasset fue un filósofo español (1883-1955) que
entre tantas cuestiones de las que trató se encuentra una en lo particular
importante para la literatura y el arte en general. Se trata de La deshumanización del arte e ideas sobre la
novela.
Echar un vistazo, sobre todo a
lo relacionado con la deshumanización, es darse cuenta de la revolución que
sufre el arte y la independencia que logra mediante esta lucha. Éste, desde sus
inicios ha estado supeditado a la imitación y a objetivos específicos, sobre
todo religiosos, muchas veces poco vistos como expresiones artísticas (lo cual
no demerita en lo mínimo el valor de la obra). Pero lo que hace Ortega y Gasset
no es impeler al arte a tomar este rumbo subversivo contra el pasado, ésta es
más una cuestión cuasi natural y predeterminada por la historia; lo que hace
este autor es determinar cierta explicación al fenómeno.
Lo que el arte busca es su
libertad, y Ortega y Gasset describe este fenómeno con la analogía de la
persona que mira una cosa a través del vidrio de una ventana: el objeto
observado no es realmente el que es, sino el que nos presenta la distorsión del
vidrio. Y ahí radica el trabajo del artista, representar el objeto en su forma
más pura, no como lo vemos, no como la idea que tenemos de esta realidad
incierta, sino como la idea en su abstracción.
Otro ejemplo es el de la
habitación en que se encuentran un moribundo, su esposa, un médico y un
artista. Todos, a excepción del artista, tienen un vínculo estrecho con la
situación: el moribundo la vive en carne propia, la esposa siente el dolor de
éste, y el médico, a pesar de ser un profesional, está de algún modo
relacionado con el hecho. El único ajeno totalmente es el artista, y es el
idóneo para retratar el suceso.
Es entonces cuando artista y
obra logran la autonomía, y el arte se convierte en el arte por el arte. Y es
que este paso era necesario para obtener un estado puro de las expresiones artísticas.
Con la explicación anterior
quizá pueda darse una nueva concepción hacia el arte contemporáneo y sus
múltiples expresiones que a veces nos parece extrañas o incomprensibles. Es por
lo dicho, el arte ya no depende de la realidad como la tenemos presente, o
mejor dicho, como la creemos, sino que ha tomado, desde la perspectiva del
creador, su lado más natural, su personificación más auténtica.
El arte en realidad ha tomado un
rumbo distinto al que solía tomar. Probablemente antes tan sólo se limitaba a
ser un desviarse del camino, o simplemente se esforzaba en contradecir a la
corriente anterior. Pero ahora se ha transformado por completo. De algún modo
también así lo hace patente Hegel en Estética
I, cuando habla acerca de las religiones anteriores al cristianismo: éstas
trataba de representar a sus deidades con formas conocidas, si creían que su
dios era un sol, pues así lo reproducían. En cambio, la religión cristiana tomó
el cuerpo humano para representar un dios que nunca han visto, realmente
(omitiendo, claro, a Jesús). Es la forma del hombre la que representa a un ser
intangible, invisible y es lo mismo que sucede con el arte de hoy: los objetos
son ideas, por tanto no pueden ser representadas en su forma sensible, sino que
deben representar dicha idea.
Tal vez lo bello como
normalmente lo queremos contemplar, desaparezca en estas obras de arte
“modernas”. Eso bello que se ha ido estableciendo en los parámetros de nuestra
sociedad, desaparece y es difícil contemplarlo. Recuérdese, parafraseando a
Ortega y Gasset, el arte es para artistas. El arte se ha cotizado, aún más que
antes, y, de algún modo, se vuelve exclusivo de algunos cuántos, ésa es su
forma de ganar su autonomía. Pero regresando a lo bello del arte, tal cual
quisieran muchos verlo, tómese en cuenta lo que dice Gadamer en La actualidad de lo bello: "La
función ontológica de lo bello consiste en cerrar el abismo abierto entre lo
ideal y lo real". La belleza, pues, no son esas cuestiones banales que los
medios nos han infundido, la sociedad y el tiempo mismos nos han insertado por
fuerza.
JBL