jueves, 29 de marzo de 2012

La tía Tula


La Tía Tula
Hace tiempo que me di cuenta que no llegaría a ser igual de importante que Augusto, él  representa, para los críticos, lo mejor de la genialidad de nuestro padre, Niebla siempre será la gloria entre sus obras mientras que yo pasaré vagamente por la memoria de algunos, mientras que por otros seré desconocida u olvidada, pero para mi familia, esa familia que yo forme seré importante y fielmente apreciada, por lo menos eso espero.
Desde que éramos pequeñas, mi hermana Rosa y yo quedamos huérfanas y fuimos a vivir con nuestro tío Primitivo, él al ser sacerdote confió en nosotras y nos educó solo con su ejemplo, que a decir verdad fue la mejor forma que tuvimos de ser educadas; éramos bastante unidas, pero al mismo tiempo muy distintas, ella fue la más bonita y a mí continuamente se me consideró la más sería, la que meditaba todo. Ahora pienso si ese no fue mi mayor error, dejarme llevar por la razón y hacer a un lado los sentimientos. No, no fue así, claro que me deje llevar por ellos una vez, mi orgullo lastimado ardió dentro de mí como un gran incendio que derriba edificios enteros, sin embargo lo oculté y afronté, con serenidad lo que venía.
Ramiro fue el primer y único amor de mi hermana, como era lógico, él le correspondió, era guapo y con un porvenir brillante, pero con el paso del tiempo no se decidía a casarse, fui yo la que lo animó a tomar la decisión, él rehuyó primero el tema, me dijo que eran jóvenes, que la quería conocer más, incluso llegó a insinuar que me tenía que confesar algo, pero no lo dejé, argumenté y logré que pidiera de una buena vez la mano de mi hermana sentenciando su futuro y el mío. 
Al principio quise dejarlos solos, no meterme en su hogar, pero Rosa me insistía tanto en que frecuentara su casa que por caridad empecé a ir, no mucho, pero sí lo necesario para que mi hermana se mantuviera tranquila. A los pocos meces quedó embarazada, yo me sentí feliz, sería tía, esa idea brillo dentro de mí y esperé con ansia el nacimiento de ese nuevo ser. El parto fue complicado, la vida de mi hermana estuvo a punto de esfumarse, en cuanto salió el niño lo cogí entre mis brazos, lo lavé y envolví en pañales, después se lo presente a Ramiro,  él me miraba profundamente sin decir nada, sus ojos iban del recién nacido a mí y empezó a sonreír, tiempo después supe que en ese momento se preguntaba cuál de las dos era la madre de esa criatura.
Mi hermana llegó a tener tres hijos, Ramiro el mayor, Rosa y Elvira; tras cada parto quedaba sumamente débil y era yo quien me encargaba de la crianza de los pequeños, cuando se recuperaba yo la mandaba a que se encargará de su marido, que a ese no podía yo atenderlo, pero del último parto no se recuperó y murió a los pocos días no sin antes encargarme a sus hijos y a su esposo: “si ha de casarse”, me dijo, “que sea contigo, que sabrás ser su compañera y una buena madre para mis hijos”. Eso no se lo puede cumplir, cómo iba yo a ocupar su lugar en esa cama que se llenó de noches de amor, de vida, de muerte; cómo iba a tocar la piel de Ramiro después de haber sido tocada por mi propia hermana, no, no y no, si los papeles estuvieran invertidos yo no aceptaría que mi marido se fuera con otra y menos se lo entregaría, no, no y no, él hubiera sido sólo mío.
Rosa de cierta manera nunca murió, ella siguió viviendo en sus hijos, en mí; a poco tiempo de su partida me instalé definitivamente en su casa y me encargue de la educación de mis hijos, sí, mis hijos, porque fueron más que simples sobrinos, esos pequeños tuvieron siempre un parte de mí y yo los quise como si los hubieran extraído de mis entrañas, desde que nació Ramirín encontré el verdadero sentido de mi vida y rechacé toda oferta que se me hizo de formar una familia propia, esa ya la tenía yo.
Todo hubiera sido más fácil si tras la muerte de mi hermana, Ramiro no hubiera hecho sus confesiones, él aseguraba que yo lo había casado con Rosa, que si bien la había llegado a querer profundamente ya no tenía por qué ocultar sus más profundos sentimientos, que si de lejos a la única a la que se veía era a mi hermana, de cerca a la única que veía era a mí; logré que me diera un año para pensarlo, pero realmente entre más pasaba el tiempo más confundida me encontraba, yo no quería darle una madrastra a los niños y menos arriesgarme a que el cariño que sentía por ellos se mermara con la llegada de un fruto de mi vientre, pero lo amaba, siempre lo había amado, y sin embargo una parte de mi, la parte egoísta y mala , no le perdonaba el que hubiera elegido en un principio a Rosa.
Los hombres son de carne y muy brutos, y eso lo pude comprobar al cabo de ocho meses de haberle pedido un tiempo a Ramiro, fue fácil saber lo que escondía, porque entre más se quiere ocultar una cosa más indiscreto se es. Manuela era enfermiza y de espíritu solícito, parecía que había nacido para servir y obedecer, lo cual resultaba útil en su papel de sirvienta de la casa, pero que esas cualidades me fueran benéficas a mí en el manejo del hogar no le daba derecho a Ramiro de aprovecharlas. A punto de llorar estaba el día que hable con él sobre la alternativa de correrla o casarse con ella, no quería hacer ni una ni otra cosa, así que decidí yo por él pensando en lo mejor para todos: se casarían lo más pronto posible, así se repararía la falta que había cometido con ella; si bien lo sospechaba fue un duro golpe confirmar que la huérfana estaba ya embarazada, pero no podía permitir que su hijo, el hijo de Ramiro, se criara en un hospicio igual que lo había hecho su madre. La condición de Manuela era más delicada que la de mi hermana y quedó en peores condiciones tras el nacimiento de Enrique, así que fui nuevamente madre, intenté por ello que los niños lo vieran como su hermano, como su igual, eran tan pequeños que esa tarea no resultó difícil.
Tiempo después Manuela tuvo otra niña y fue ésta la causa de su muerte, la frágil madre llegó a guardar las fuerzas suficientes para dar a luz, pero a los pocos minutos dejó este mundo; fue entonces Manuelita mi más querida niña, ella era el fruto de mi pecado, yo que había obligado a su madre a casarse con Ramiro y con ese acto la había condenado, acogí a la niña con más fuerza que a los otros y en ocasiones se llegó a ver mi favoritismo por más que quise ocultarlo, pero ella era, por otra parte, lo último que Ramiro me había dejado en este mundo.
El único hombre al que siempre amé, y al que no llegué a perdonar del todo, murió primero que Manuela, le faltaron unos cuantos días para que yo le presentara a su nueva hija. Cayó en cama a causa de una pulmonía que le fue debilitando el corazón;  ya en su lecho de muerte me confesó sus más hondos sentimientos, el profundo amor que había sentido por mí, así como sus reproches por haberlo obligado a casarse en dos ocasiones, por mi parte le confesé mi amor e incluso acepté que siempre había temido a la brutalidad de los hombres y por eso había huido de ellos. “Adiós mi Tula”, fue lo último que pronunció mi Ramiro, el padre de mis hijos, puse mis labios sobre sus labios fríos y repase nuestra vida hasta que los sollozos de mi hijo más pequeño me apartaron de ahí.
El resto de mi vida lo seguí dedicando a educar a mis cinco hijos, busqué y aconsejé a Ramirín para que eligiera esposa, Caridad fue una dulce bendición para nuestro hogar, con ella gané una nueva hija y aunque esperé con ansia la llegada de mis nietos no llegué a verlos nacer, sólo vi como crecía el primero dentro de su ser. En vida fui mamá Tula, pero ahora que estoy muerta he resurgido en ellos como la tía Tula, los veo crecer, tener pleitos y discrepancias, pero también veo que mi recuerdo y la presencia de Manuelita los calman y los siguen teniendo unidos, cuando los veo así, no importa que millones de lectores me olviden, yo sigo viviendo en mis hijos. 

                                                                                                                                A. C. Ramírez 

miércoles, 28 de marzo de 2012


Interrelación entre el mundo real y el mundo de ficción

Una idea de la física moderna, dice que nuestro universo fue creado al mismo tiempo que un número infinito de universos; que el mundo en el que vivimos es replica de otro mundo y a su vez ese otro mundo es igual a otro.
Muchas interpretaciones de la mecánica cuántica dicen que cada vez que se toma una decisión el universo se divide. Cada vez que envío un fotón de luz a través de una ranura y va en una dirección existe otro universo donde va en otra dirección; cada vez que derramo mi café en este universo hay otro donde mi café permanece a salvo. Según esta interpretación, para la mecánica cuántica, cualquier cosa posible ha ocurrido en alguna parte y todo lo que pueda ser será en algún lugar del multiuniverso[1].
Basándonos en esta idea, podemos de algún modo acercarnos a la comprobación teórica de lo antes citado. Si bien, la teoría del multiuniverso dice que todas las posibilidades de un hecho son realizadas en universos paralelos y todas las decisiones parten los universos;  podemos decir que la literatura es uno de estos universos ya que esta teoría dice que existen, pero no que tienen que ser físicamente iguales al nuestro. Algunos puntos para justificar lo anterior se dirán a continuación.
Lector, Autor y personaje
Empezaremos por llamar mundo real al mundo donde vivimos y mundo de ficción a toda la literatura; incluso a la no escrita. En el mundo real el lector[2] tiene contacto directo, o sensorial, con otros lectores. En el mundo de ficción, el lector establece un contacto no con otros lectores sino con los personajes de manera indirecta o mental. Es decir, el hecho que el lector no pueda ver o tocar a los personajes no niega su existencia de ninguna manera. El personaje es un fotón de un universo distinto a este y el lector es el fotón contrario y a la vez idéntico a ese otro y no sólo es posible el contacto de este universo al otro sino que también cabe la posibilidad de que haya un contacto del mundo de ficción al nuestro. Tal es el caso de Niebla de Miguel de Unamuno, donde el personaje al final de la nivola conoce a su descubridor.[3]
Cuando leemos una obra literaria, formamos parte de estos dos universos. Pero puede darse el caso, como lo plantea Cortázar en Continuidad de los parques, de que el lector se adentre tanto en el mundo de ficción que forme parte por un momento sólo de ese universo. O como en primer libro citado, donde el personaje llega de algún modo al mundo real,  interactuando así con el autor ficticio y el lector real.
 Mucha gente tiene la idea de que el autor de una obra se ve reflejado en sus personajes o que el personaje fue “creado” a partir de su vida. Si bien es cierto que los lectores pueden influenciar a otros lectores por el contacto directo que existe entre ellos, también hablamos de una mentira absoluta al afirmar que el autor influye de algún modo en “sus” personajes. Primero, creemos que la palabra autor no es sinónimo de “creador” sino más bien de descubridor, como ya antes hemos dicho; segundo, negamos también que los personajes sean suyos. Augusto Pérez es consciente de ello, por eso se atreve al final de la novela a desvelarse y rebelarse a su descubridor, Don Miguel. Si yo he sido “creado” por usted, le dice Augusto a Unamuno, entonces usted es también creación de alguien más.
La muerte en el mundo de ficción
Todas las historias que conocemos del universo literario, tienen un problema, ya sea porque nos hemos dedicado a buscar estas historias o porque en verdad la vida en el mundo de ficción sea siempre más emocionante. Entonces, si en este mundo mi café se derrama, en el mundo de ficción mi café pertenece a salvo porque este hecho aparentemente intrascendente en este mundo, tiene su razón de ser en el relato literario, y es gracias a este hecho que la diégesis se completa. Gracias también a la justificación de cualquier hecho, por más intrascendente que parezca dentro del universo literario, las historias pueden contarse en menos palabras.
            La muerte en el mundo de ficción es total y completamente diferente a como la concebimos en éste. En el mundo real, los seres humanos tenemos sólo una vida y la muerte es inevitable. Pero en el mundo de ficción en cambio, el personaje tiene vidas infinitas; cada que alguien lee su historia, o al menos hasta que el portal de contacto (el libro) se cierre, el personaje seguirá vivo sin importar que en la historia contada muera. A pesar de que Unamuno mate a Augusto, éste regresa a la vida cada que alguien lee la novela, pero ¿y Unamuno? Como el autor se hace parte de este universo, entonces él también resurge infinitamente mientras alguien lee su nivola.
Posibilidades en el mundo de ficción
Cuando un escritor entiende (consciente o inconscientemente) que lo que redacta no depende de él, sino que existe en un universo paralelo y sabe como describirlo, nos abre las puertas también a nosotros al mundo que ha descubierto. Pero, ¿existe sólo una posibilidad de narrar el mundo de ficción? O, ¿existe sólo un mundo de ficción? Para aventurarnos más con estas hipótesis diremos que no.
El escritor tiene en sus manos la tarea de reunir las piezas necesarias para contar de manera verosímil lo que ha pasado en un momento determinado en el mundo de ficción, es decir, nos presenta su visión de ese mundo pero un fotón o una taza de café para mí son distintos de lo que son para él. Una de las grandes virtudes de un escritor es de hecho saber describir bien lo descubierto. Entonces no hablamos de un mundo de ficción sino de varios mundos de ficción. Cuántas obras literarias no hablan de lo mismo de distinta manera.
El escritor tiene la libertad de escoger cómo nos narrará lo que ha descubierto mientras reúna los engranes necesarios para que el lector que no ha descubierto aún ese mundo lo pueda hacer sin que se deforme. Por ejemplo, la economía narrativa es muchas veces una manera de deformar el portal al mundo de la ficción haciendo que el intercambio de información o la paradoja presentada se marchite. El lector en este caso no puede ver su café a salvo en este universo y derramándose en el otro.
            El caso de Niebla es sumamente complejo e interesante si nos guiamos por los puntos antes tratados, puesto que es el personaje, desde su universo, quien viaja hasta la oficina de su “creador” o descubridor y se empeña en hacerle creer que es real, pero, estimado lector ¿quién es real y ficticio en el momento en que dentro de la nivola hay un evidente contacto entre dos universos? Obviamente existió un hombre en este mundo, que descubrió a otro Unamuno en el universo escrito en Niebla y es esta paradoja, entre muchas otras cosas de la nivola, la que nos sugiere cuestionar si en nuestra realidad somos lo que creemos que somos o dentro de la niebla no somos más que la creación de alguien más.
Francisco  Santos


[1] http://www.youtube.com/watch?v=PK7KSpYulJc&NR=1
[2] Nos referimos al sentido estructuralista de la palabra, es decir, incluimos también al autor dentro de los lectores.
[3] El concepto de descubridor se refiere a quien escribe la novela, ya que para nosotros, quien escribe no hace más que descubrir el universo paralelo del que hemos hablado antes.

Sin sueño, sin Dios.




"El hombre, soñador y soñado por Dios, objeto del sueño de Dios. Entonces, ¿en qué consiste creer en Dios?Creer en Dios es anhelar que lo haya y es, además, conducirse como si lo hubiera."
Del Sentimiento Trágico de la Vida.

Unamuno gritando, despierta. Unamuno sumergido en un sueño que cree que es el mismo sueño de Dios. Así piensa él que existe, inmerso en la Conciencia Superior que se obliga a creer, para permanecer en el sueño de Él. Parece insincero, parece que tanta negación es porque se consume al tener la verdad para sí. Verdad antes que paz, dice, verdad antes que sostener una mentira, una mentira de Dios que lo vuelva inexistente y al despertar, desvanezca el sueño en el que está contenido, por eso Dios debe seguir durmiendo, escuchando oraciones  y cánticos que inyecten una especie de melatonina y lo arrullen por siempre. Pero Unamuno no eleva cantos en ninguna liturgia o si lo hace es a escondidas, como si no quisiera reconocer que una loa sale de sus labios para algo que no comprende ni siente.

Y es en los sentidos, donde prosigue la lucha, como es que se crea un mundo tangible, perceptual, que lo ayuda a conocer, pero no le convence porque también siente el pensamiento y, afirma contra la Duda una misma tesis partida en dos:

Siento, luego soy’ o ‘Quiero, luego soy’

El pensamiento como un lenguaje interior, un lenguaje que brota al exterior y entonces se vuelve real, ¿antes no lo era?, ¿existía o no? Se volvió real el lenguaje y así, entonces, ¿pueden ser reales más cosas que sólo pensamos? ¿Acaso la existencia propia? ¿Dios tal vez? Casi sueño que me responde que como el lenguaje, Dios es un producto social y existe.

No cesa de mencionar a Dios y lo vuelve incomprensible, lo muestra, lo oculta, pierde la fe y se vuelve tan individual y colectivo a la vez. Tan contradictorio para él, que cuando llega a mí, revuelve mis ideas, me toma del cuello y sumerge mi cabeza en ese sueño que se vuelve una guerra interminable entre la existencia, una existencia, mi existencia. Una guerra para recobrar su fe, que no se le escape como un sueño que no recuerde.

Don Miguel se siente tan humano, ve su carne y todo le parece más irracional, no acepta su destino mortal. No cree que su existir sólo se vea reducido a esto y le pide a Dios que no se burle de él y le devuelva la voluntad para tener fe e inmortalidad. Ni siquiera niega a Dios, no mata a Dios hablando de su inexistencia, es la existencia la que tiene un límite ilimitado, nada está fuera del Ser y dentro de Él… no hay un final. Reflexiones como bolas de hilo enmarañadas que no desenredan a la inmortalidad, obsesivas en un ansia que instiga a dejar de creer y volver  a hacerlo. Y retorna a lo nebuloso de la vida, la podría alcanzar con sólo estirar el brazo si fuera más densa la niebla, así podría saber si es real o ficticia, desvanecerla de un manotazo.

También él tiene su tragicomedia, quiere burlarse de sí mismo envolviéndose para su interior, a ver si se conoce un poco, si alcanza a ver algo dentro que no había reconocido, la libertad tal vez. Piensa en la inutilidad de seguir pensando en la vida y la existencia, pareciera que se debate dentro de sí por sólo tener una postura, una sola, la que fuere, Dios no acepta corazones tibios, y ese corazón no se mueve de la vía del tren, permanece estático, esperando a ser arrollado. La razón lo aleja de Él, tan sólo quisiera sentir y amar sin remilgos.

Cansado, comienzas sus noches de inapetencia espiritual, no tiene hambre de sí y se empieza a despertar, soñándose a él mismo, un espíritu que contradictoriamente doliente, concibe al hombre.

t.
   m.
        d.

Lo que me gusta de Antonio Machado. Exhortación a su lectura.



Siempre he considerado a la poesía como mi punto débil en lo que ha manifestaciones literarias se refiere, ya que se me complica la mayor parte del tiempo tanto al escribirla como al tomar un poema a fin de leerlo, el poder comprender o identificar siquiera las figuras retóricas de las que hace uso el autor del texto. No obstante, de entre los pequeños detalles que logro entender de la poesía, y que son de mis preferidos, están el ritmo y la fluidez.
Y bien recuerdo cuando por primera vez tomé una antología de poesía entre mis manos, autoría de Antonio Machado, la sensación que se produjo en mi interior al deslizar mi mirada sobre aquellos versos. Fue esa sensación de encontrarme leyendo música, una partitura que no estaba escrita en clave de sol, sino en las experiencias y sensaciones de Antonio y que plasmó a manera de letras para formas aquellas bellas estrofas. Al momento quedé fascinado con el autor, pues la lectura de sus poemas no se me dificultó en lo más mínimo pues posee las características anteriormente mencionadas y terminó volviéndose  uno de mis poetas predilectos.
Bien puedo afirmar la presencia dichos rasgos, sobre todo lo fluido, y ¿cómo no va a poseerlos si entre sus símbolos se encuentran el río, la fuente y el mar? Está de más mencionar la existencia de esa analogía entre el agua y la fluidez de sus textos. Tomemos como referencia el siguiente poema de Machado.
Los árboles conservan
Verdes aún las copas,
Pero del verde mustio
De las marchitas frondas.

El agua de la fuente,
Sobre la piedra tosca
Y de verdín cubierta,
Resbala silenciosa.

Arrastra el viento algunas
Amarillentas hojas.
¡El viento de la tarde
Sobre la tierra en sombra![1]

Del poema en especial me gusta la segunda estrofa pues esos versos en particular, los relaciono con la fluidez en su manera de escribir. La poesía es esa agua contenida en la fuente que son los cánones establecidos, rígidos y que, al igual que el material sólido de la fuente que contiene en su interior el agua, no permiten que los versos fluyan de una manera natural y libre en la mayoría de los poetas.
No obstante, Antonio Machado logra que su poesía, al igual que el agua de la fuente, se deslice fuera de esa prisión de piedra tosca y se resbale silenciosa, y al decir que es silenciosa me refiero a que es discreta. Engaña a la fuente haciéndole creer que se somete a sus murallas mediante el fondo que maneja pero se libera en la fluida forma que logra, y combina todo de una manera en la que el foco de atención está en los temas planteados y nos arrastra en una lectura fluida aunque luchemos contra ello, al igual que la fuerza de la corriente es capaz de arrastrar y atravesar los sólidos.
Forma modernista y fondo noventayochista, esa es la fórmula de la poesía de Machado que da como resultado un único, un estilo engaños y fluido que logra una musicalidad seductora sin dejar de plasmar esa profunda intimidad propia del poeta y aunque tal vez en el poema que elegí para ejemplificar no se noté mucho esto último, conviene que el lector mismo sea el encargado de leer a Machado y desmentir o reafirmar esto que comento sobre Antonio, el maestro poeta.  

Felipe de Jesús Ortega Aceves.


[1] Machado, Antonio, Soledades. Galerías. Otros poemas. Catedra, España, 1984, pp. 213.

lunes, 19 de marzo de 2012

Ciudad Infierno
dolores, asfixia
ésta es mi tierra
llena de extraños,
cientos de cuerpos
grises, vacíos,
lloran las calles
se abren arterias
retumban ecos de voces
que piden sangre.

El otro siente nostalgia,
de las tardes asomándose
al balcón
de los besos que el tiempo
se ha robado.

Las serpientes devoran noches
roban los sueños de las mujeres
fértiles,
corrompen sexos
destruyen su Dios.

Me quedo observando
cómo el cielo va cayendo
una vez más...

Srita. Utopia

domingo, 18 de marzo de 2012


A ORFEO

Fiel a su costumbre
siempre esperaba,
aguardaba la comida,
las caricias y la llegada.

Siempre esperó
aunque bien a bien
no sabía por qué.

Y quizá no lo hubiera descubierto
si Unamuno no le hubiese dado voz.
Estoico, patriótico, fiel a la bandera
de su casa y siempre atento
a las palabras que escuchó.

Así fue Orfeo
aquel mártir nivolesco
que oídos prestó a su Augusto.

Orfeo, de la nivola,
quizá el menos nivolesco.




Ismael Delgado
ANTE EL ESCEPTICISMO

 Y me postro ante una cruz silenciosa, 
ante la inmensa quietud de mis dudas,
 ante el abismo, mi existencia sobra;
 no hay misericordia, sólo luz oscura.

 Mi mente se fragua una paradoja: 
ya no hay absoluto, dice mi cordura 
con un sentir sublime en la memoria; 
 ¡lucha mi alma en su patética abulia!

 La muerte ya ronda a mi frágil miedo, 
en la nada nadea mi esperanza 
divina, y mi fe se pierde en el tiempo. 

Súplicas ya resuenan en la nada, 
dirigidas a un Dios sordo y ciego: 
 ¡Calla señor, tu silencio me mata!

Valeria Villalpando Díaz

Poema nivolesco

Ella, siempre ella, que humedeció mi cama
con el destilado de sus glándulas.
El néctar dérmico se volatilizó
tras la combustión de nuestros cuerpos.
Nos vimos envueltos en  partículas acuosas
de poca cohesión suspendidas sobre el lecho:
Niebla.

Permaneció la húmeda cortina a pesar
de la partida de su creadora.
Menguaron los latidos, arreciaron las tormentas,
el corazón se volvió ciego y la locura lazarillo.
Recordé  las palabras del buen Domingo:
“…nadie es el que es, sino el que  le hacen los demás.”

Qué era yo entonces, lo que ella me había hecho:
esperpento miserable de contornos difuminados.
Se bufaba indolente la vida de mi tragedia.
Y yo, ahogaba en agua sódica
la remembranza de mis alegrías
y en agua dionisiaca mis anhelos, las nostalgias.

Mas el silencio en el que mi alma aletargada yacía,
enmudeció por el estruendo, el estrepitoso rugir del tórax
que vibraba nuevamente.
Refulgió una mirada venusina abrasando
las moléculas de hidrógeno y oxígeno.
¿Era acaso esperanza o redención
la aparente felicidad?

Era ella nuevamente con una carcajada
afilada, disfrazada de sonrisa de papel,
 para mofarse de mi sordidez, de mis fracasos.
Rugidos taciturnos y el corazón invidente,
otra vez.

Jhonatan Bretón





viernes, 16 de marzo de 2012


La Busca de Pio Baroja

Contradictoriamente a la postura neutral del escritor, la obra despertó en mí sentimientos de tristeza y desolación ya que el retrato que se hace del Madrid decadente, de ese que  conocen sus habitantes, y eso solamente si se adentran profundamente, es magistralmente llevado por la pluma de Baroja, al grado de sentir verdaderamente las penalidades por las que pasan los personajes de dicha obra.
Manuel se transforma en los ojos, tanto del narrador como del lector, a través de él se abre la posibilidad de conocer un mundo poco explorado, lugares en donde sus habitantes se limitan al simple hecho de existir, pocos son los que viven, ya que han caído en un costumbrismo, seres que se conforman con lo poco o nada obtenido de trabajos irregulares. El narrador describe continuamente habitaciones oscuras, desordenadas y sucias, lo cual desde mi punto de vista es un reflejo del alma de sus habitantes, ya que es tan profunda su decadencia y pasividad ante la vida, que se han convertido en muebles que el tiempo va llenando de polvo sin que sean capaces de sacudirse.
A pesar de ser una víctima directa de la indiferencia de su madre, Manuel busca continuamente un resurgir, él a diferencia de las personas con las que vive busca algo más que esa miseria en la que se ha visto envuelto; ni el tiempo vivido en el campo con los tíos, ni su breve estadía en la vecindad de doña Casiana y su posterior traslado a la zapatería lo hacen caer en ese círculo; si bien por momentos se deja arrastrar por sentimientos de furia, llegando a golpear a más de uno, en el fondo busca algo más, y eso lo encuentra en casa del trapero, concretamente en su hija Justa.
Es este amor infructuoso lo que al final de la obra lo arroja a la calle pareciendo que por fin se abandonará a un destino lleno de miserias y terminará por corromperse completamente, pero es precisamente esta noche de tormento  cuando ve en paralelo las dos caras de Madrid. Una, en la cual ha vivido, es la oscura, en la que las drogas, prostitución, hambre, asesinatos e intereses poco rectos se entremezclan haciendo salir lo peor de las personas; la otra es la de la luz, esa en la que el trabajo, la fatiga y la lucha diaria se hacen presentes. Finalmente Manuel se inclina por la luz, él sabe que salir de la miseria no es fácil, pero prefiere trabajar a dejarse arrastrar por esos vicios. 
La Busca para mí representa muchas de las verdaderas búsquedas que hace el ser humano a lo largo de la vida, identidad, familia, hogar, ese discernir hacia qué lado de la balanza es más conveniente inclinarse, no por comodidad, sino por dignidad.
Por otra parte considero que  se hace una búsqueda de identidad nacional ya que los personajes no están de acuerdo en la forma en que se maneja el país, en este sentido podría decirse que España estaba en oscuridad, dejándose llevar por vicios, pero aún quedaba esperanza de un resurgir hacia la luz, o al menos esa era la esperanza latente en los ciudadanos, que como Manuel preferían seguir luchando antes de consumirse y dejarse arrastrar por lo inevitable. 


                                                                                                      Ana Cristina Ramírez Morales

domingo, 11 de marzo de 2012

Niebla

«Y hay que corroer. Y hay que confundir. Confundir sobre todo, confundirlo todo.
Confundir el sueño con la vela, la ficción con la realidad, lo verdadero con lo falso;
confundirlo todo en una sola niebla. La broma que no es corrosiva y confundente no sirve
para nada».



para qué mil líneas de tanto microcuento
si siempre un punto se come al puto esperpento
niebla, destino, ataraxia, vida,
para qué las palabras que son sólo comida
del rico de las luces, esquizofrénico suicida.

niebla son tus ojos, niebla sus labios rojos,
niebla lo que sale de la turba que se encierra
para curarse en cultismos y llenarse de pesimismos,
lo más fácil de la Tierra.
para tantos males te ahogas con espuma,
sacas la rabia de tu pluma en tus circos intelectuales
y la bruma que no se esfuma con libros a millares,
ni con la razón presa de filosofías occidentales.
tanto humo en cada esquina de las mentes,
rebuscarlo todo, rechazar lo diferente,
pensar que la nada es todo y que todo es indiferente.
a cada paso inventas cinco reflexiones,
esperando que el ocaso te traiga definiciones
y a cada día lo mismo haciendo del mundo un desparpajo
con tus «-ías» y tus «-ismos»;
si me preguntas, carajo,
yo vivo mi vida, tío.

¿a qué esperas allí sentado?
si el destino te alcanza, nada habrás alcanzado.
llora por tus hijos que aún no nacen
de ese padre que no sabe lo que hace,
ríe de la madre que te lanza como lanza a la mandíbula del mundo,
que se abalanza buscando vagabundos.
los precios a la alza,
el sistema observando,
soldados a la caza de tus amigos y tus hermanos...
a cada mente mil problemas y a cada día mil mentes enfermas,
para qué pensar tanto si eres parte de un esquema,
más grande tanto cuanto intentas comprenderlo
y más simple si es que existe navaja para entenderlo.
si fueras pura ficción, te acabarías en un suspiro del creador,
si fueras realidad, vaya ingenuidad,
te morirías cuando Dios despierte,
y eso es muerte pues todo el universo, toda vida,
es el sueño del de arriba, del de al lado, del de todas partes.
calla tu boca si no sabes lo que haces,
lo que hablas ni que oyes,
mejor escucha estas voces,
salta de tu cama y de tu silla.

esto no es protesta
(yo qué culpa tengo si México está enfermo
y los médicos apestan)
no preguntes qué es esto,
pues es leyenda de la China,
un cuadro grotesco,
novela de melancolía.
un juego del destino,
una burla de tu amigo,
el frío que te cala estando dormido,
la lluvia que te moja cuando estás perdido,
la piedra que pisas en medio del camino,
la tragedia que corroe de un ser querido...
eso es la comedia para mis ojos y mis oídos.
quién de ti se acuerda, si tú eres olvido.
nada sabe mejor que la risa de uno mismo,
sé un payaso egoísta, el mago del cinismo,
cuenta un chiste de tu vida y vuélvete consumismo.
si el mundo te está comiendo, devórate a ti mismo
mira tus ensueños, la eternidad es un abismo.

en otros tiempos, en otros días,
cuando leas lo que escribo
te diré que no hay partida mejor que el estoicismo de la vida.
pero anda crío, que repito, no hay salida.
busca y si la encuentras, me cuentas de tu huida.
personaje de ficción, perfecto construido,
eres tú, es él, ella y su prima.
sueñan, lo permito, es la historia de su vida...
pero estáis todos jodidos, aquí el cuento termina.

José Leonardo Lucero López